sábado, 3 de octubre de 2009

Lyon

Y por fin,
octubre,

sobre esta ciudad de distancias posibles.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Me gustaría adoptar el tono neutro de las grandes verdades, pero ya no creo en ellas. O tal vez yo misma, adicta a la verdad con mayúsculas, me resista a enunciarla de pura reverencia. No lo sé.
¿QQué sé, en realidad? Pocas veces me enfrenté a este vértigo: diría que nunca. Ya no tengo asideros ni excusas, yo soy mi único conocimiento, yo soy el único camino transitable en la penumbra enmarañada de una página en blanco. Yo, tan volátil... ¿Cómo confiar en uno mismo? ¿Cómo aceptar el turbio revoltijo de los deseos propios, de los miedos propios, de los errores propios, y aliviar la sordidez, inequívoca, intrínseca a toda introspección psicológica?

No quisiera resolver este problema; ya lo conocéis demasiado bien. La única solución es ignorarlo. Aquí es donde juegan su papel las noches violetas, el deseo infortunado o el cuerpo ajeno, la palabra en todas partes, la palabra en todas partes, la palabra en cualquier parte y el escozor de su ausencia. Intentamos sostenernos en un miembro mutilado, por una u otra razón, pero este dolor es al mismo tiempo su único consuelo. Decidme, si no, otro modo de salvar la distancia...

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Duermo ya alejado de esta noche que es mi noche y todas las noches, sobrevolando como las termitas, las zonas estériles, neutras, hábito de ruinas y harapos de sueños sin amor, otra noche de deseo que no vuelve y regreso, ay, vuelco y regreso y no duermo y me da miedo y no me tiro, tan sólo otra noche, y todos los asfódelos salvajes de tus ojos…

Y esta calle incendiada de asfalto, farolas y la gravidez de alhelíes invisibles…

Y Madrid, iluminada en las pupilas, cayendo y escribiendo en su caída –como tú, mi Ícaro vagando vagabundo en las miradas- la historia más dulce, la frontera de miel y veneno en el abdomen de una abeja…

Pero despierto y toda palabra y su significado de nuevo unidos por la luz y un diccionario abarrotado de gritos en un bar de Lavapiés. Pero despierto y otra noche.

Otra noche.

Otra noche que me espera y es cualquier noche, otra noche sin amor.

martes, 22 de septiembre de 2009

Colección de ausencias

Colección de ausencias. Gente que tiembla, que no sabe si llueve o llora o tal vez las dos cosas. Que sigue el trayecto de una hoja desde el árbol o el cielo, que sabe caer al suelo. Desorden. Alcohol, un calor amargo que se aloja entre tu pecho, como de trementina antigua y trágica. Se apaga. Los cuatro puntos cardinales son su destino, su mapa y su perdición. Mira en las plazas, tratando de descubrir los hilos trasparentes que le enjaulan a un desierto infinito, a la espera de millones de camiones de arena para que lo trague y desaparezca, y convertirse sólo entonces en el último rumor del viento atravesando la noche andaluza. Como un panorama de huecos jugueteando, revolviendo mi puente que no atraviesa ningún río.

Gente que confunde la sangre y el vino, para la que el tiempo es algo más que arena cayendo, atrapada ella también en su propia jaula transparente. Palabras, o silencio. Saber que una página en blanco descubre muchas más cosas que cualquier enciclopedia. Deseo, libélulas violetas que con el aleteo construyen melodías sólo para nosotros. A veces creo que sólo nosotros las vemos. La poética invisible de una farola, temblando entre dos fríos. Y un hambre que devora, que busca otra dimensión para arrastrar a la tierra nuestros sueños de hombres perdidos en nosotros mismos.

Colección de ausencias. Ruido, el caos mínimo y a veces omnipresente de lo cotidiano. Corazones que laten tan alto que hay que taparse los oidos. Palabras, ausencia sobretodo, de palabras.

jueves, 30 de abril de 2009

Y llegó abril con sus flores reventonas, sus lluvias inoportunas y el sol siempre esquivo. Vino abril tan caprichoso, como amante de favores ambiguos, como falso reflejo de espejos cóncavos. Vino abril y tan cruel se va; nos deja un regusto de almendras amargas y la plegaria silenciosa por un mayo más propicio.

miércoles, 1 de abril de 2009

Asfódelos salvajes

Asfódelos

Nosotros, hombres sin tierra de hombres. Como miles de asfódelos siempre salvajes.

Siempre (o no siempre, pero sí a veces, y hoy desde luego) hablamos de nuestra falta de talento artístico. No hemos nacido para la danza, pues hay ciertas leyes físicas que se nos quedan lejos; la pintura y la fotografía y el cine se acercan sólo en la medida que aceptan un poco más la palabra, la frase, el sonido. El teatro es el cielo al que aspiramos y la escritura, el purgatorio del que venimos.

Y la grandilocuencia uno de nuestros mayores pecados. Así empezamos.