martes, 22 de septiembre de 2009

Colección de ausencias

Colección de ausencias. Gente que tiembla, que no sabe si llueve o llora o tal vez las dos cosas. Que sigue el trayecto de una hoja desde el árbol o el cielo, que sabe caer al suelo. Desorden. Alcohol, un calor amargo que se aloja entre tu pecho, como de trementina antigua y trágica. Se apaga. Los cuatro puntos cardinales son su destino, su mapa y su perdición. Mira en las plazas, tratando de descubrir los hilos trasparentes que le enjaulan a un desierto infinito, a la espera de millones de camiones de arena para que lo trague y desaparezca, y convertirse sólo entonces en el último rumor del viento atravesando la noche andaluza. Como un panorama de huecos jugueteando, revolviendo mi puente que no atraviesa ningún río.

Gente que confunde la sangre y el vino, para la que el tiempo es algo más que arena cayendo, atrapada ella también en su propia jaula transparente. Palabras, o silencio. Saber que una página en blanco descubre muchas más cosas que cualquier enciclopedia. Deseo, libélulas violetas que con el aleteo construyen melodías sólo para nosotros. A veces creo que sólo nosotros las vemos. La poética invisible de una farola, temblando entre dos fríos. Y un hambre que devora, que busca otra dimensión para arrastrar a la tierra nuestros sueños de hombres perdidos en nosotros mismos.

Colección de ausencias. Ruido, el caos mínimo y a veces omnipresente de lo cotidiano. Corazones que laten tan alto que hay que taparse los oidos. Palabras, ausencia sobretodo, de palabras.

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